Cuando se acabe la sequía

Noticia via ViaEmpresa

Con la larga y grave sequía de dos años, el calentamiento global ha manifestado su fuerza destructiva. Esta es quizás la lección que nos queda, la evidencia del riesgo y la dificultad para afrontarlo. Las lluvias volverán, pero también volverán las sequías, cada vez más intensas. Este es el escenario actual. Estamos en el umbral de importantes transformaciones de nuestro entorno natural, de nuestro paisaje natural y de nuestro bienestar.
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Qué hacer?

¿Cómo evitarlo? La respuesta es obvia: parar el cambio climático. Pero esto no es nada fácil, no se hace en dos días ni se puede hacer desde iniciativas aisladas. La misma desbordante dificultad incentiva a la inacción, pero para frenar el cambio climático será imprescindible la implicación consciente de todos y acompañar las actuaciones que a nivel europeo y globalmente se estén emprendiendo. Recientemente, expuse en este artículo una serie de medidas orientadas a mejorar la oferta de agua y a reducir su demanda. Pero hay que añadir aspectos de adaptación a escenarios más avanzados y persistentes de efectos del cambio climático.

En primer lugar, hay que divulgar la realidad del cambio climático y la importancia de las medidas necesarias para mitigarlo y para adaptarnos a sus consecuencias. La ciudadanía necesita conocer y entender el porqué de los costes y de la modificación de hábitos que se le exigirán para dar respuesta a este gran reto medioambiental. En caso contrario, si no entiende o intuye que las medidas adoptadas son poco efectivas o simplemente son un lavado verde de las políticas de siempre (greenwashing) la respuesta puede llevar a ampliar las filas del negacionismo. Contra las posiciones insolidarias que preconizan la fácil solución de no hacer nada, habrá que anteponer argumentos y explicaciones que convenzan, con políticas comprometidas y valientes.

Bosques en riesgo

En cuanto a las infraestructuras verdes es necesaria una planificación global. Hay que aprovechar el conjunto de sinergias que desde una visión holística y con escalas productivas adecuadas se pueden obtener. Es necesario, sin duda, gestionar prudentemente la presión antrópica, sobre todo en un país que es el paraíso del turismo. Pero, sobre todo, hay que evitar perder los ecosistemas forestales por causa de los incendios forestales. Para ello, es necesario hacer una gestión productiva sostenible manteniendo un mosaico de agricultura y ganadería que rompa la continuidad del bosque y actúe como base para defenderlo. En una reciente entrevista se preguntaba al Dr. Vladimiro Rodriguez de la Universidad de La Laguna por las causas de la voracidad de los incendios de Tenerife, la respuesta fue contundente: "por qué tenemos menos campesinos y porque no hemos puesto las condiciones para que estos puedan trabajar y vivir con unas condiciones de vida dignas".

Pero si el bosque, en sequía, necesita agua no podremos suministrársela. No podemos regar el bosque, no existe esta posibilidad. Ciertamente, una sequía prolongada puede destruir la vegetación actual del bosque. Ya tenemos serias evidencias. Por lo tanto, será difícil evitar un proceso creciente hacia ecosistemas más áridos si el calentamiento global sigue avanzando. Si queremos conservar el paisaje que forma parte de nuestra identidad, el camino es poner todos los esfuerzos hacia la mitigación del cambio climático. En esta dirección, uno de los primeros objetivos es la sustitución de las energías fósiles por energías renovables no competitivas con la producción de alimentos.

La producción de alimentos como damnificado

El otro centro de atención crítico es la producción de alimentos. En este tema hay diferentes realidades dado que la sequía no tiene la misma intensidad en todo el territorio, sin embargo, la principal diferencia está entre el secano y el regadío. En regadío, el primer año de sequía la producción no tuvo ninguna afectación por falta de agua, las reservas fueron suficientes. El segundo año en determinados regadíos hubo restricciones con una afectación, sin embargo, relativamente limitada gracias a las lluvias de mayo. Una vez más se evidencia la mayor resiliencia de las áreas de regadío. En cambio, en la agricultura de secano las pérdidas han sido muy extraordinarias. Por ejemplo, se calcula, según la Federació de Cooperatives Agràries de Catalunya, que los cereales de invierno a secano en dos años han perdido el 67% de la producción. Al mismo tiempo, las malas cosechas están afectando a los precios de los alimentos, un hecho que afecta sobre todo a las personas con menos recursos. Todo ello en un entorno de precios previamente anómalos como consecuencia de la guerra de Ucrania. En resumen, la sequía, producida supuestamente por el cambio climático, sacude la oferta alimentaria, afecta a los precios de los alimentos y tensa los equilibrios sociales. Además, hay que darse cuenta de que detrás de esta realidad se esconde el desánimo de unos campesinos que han comprometido dos años de trabajos y esperanzas de cosecha y se han encontrado solo con pérdidas inevitables.

Opciones resilientes

El escenario actual deja una serie de deberes en relación con la agricultura

1. Reducir consumos a regadío: en el regadío, el objetivo más importante es la modernización hacia la eficiencia y la agricultura de precisión, usando las tecnologías digitales y de la sensórica. En este sentido, las reticencias de algún sindicato o de los propios regantes no ayuda. Esta transformación debe hacerse porque es procedente, necesaria y la sociedad la exigirá. Retrasarlo no tiene sentido dado los recursos públicos y privados propuestos o ya puestos a disposición. No queda tiempo para perder. Lógicamente, las posibilidades de regadío están condicionadas a las reservas, pero precisamente el regadío eficiente reduce consumos y ensancha las posibilidades en situaciones de escasez. Mientras no se modernice el regadío, algo que en Cataluña afecta al 50 % de áreas regadas, habría que habilitar controles de consumo, tal y como exige la Directiva marco del agua.

2. Pantanos, bases y canales: en la medida en que las previsiones hablan de lluvias más irregulares, pero no forzosamente inferiores, hay que retener el agua proveniente de las avenidas torrenciales. Las balsas y pantanos son infraestructuras esenciales para garantizar el regadío y la consecuente producción de alimentos. Por otro lado, los pantanos, balsas y canales pueden jugar un rol de gran interés como base para la instalación de placas solares. Estas cumplen una doble función, aportar superficie fotovoltaica no competitiva con la agricultura y reducir la evaporación del agua estancada y transportada.

3. Conservar la humedad: si, por un lado, hay que usar menos agua, por otro, hay que conservar la que ya tenemos. La agricultura de conservación o el cultivo sin laboreo ayuda en esta dirección. El mulching o acolchado aporta protección del suelo y retiene la humedad. La rotación de cultivos también reduce el estrés hídrico dado los diferentes requerimientos de agua de los diferentes cultivos.

4. Uso de bioestimulantes: las micorrizas asociadas en simbiosis a las plantas alargan los capilares capaces de aportar agua desde donde no llegarían las raíces de la planta.

5. Apostar por especies y variedades más resistentes a la sequía: en este sentido, los trabajos de recuperación de variedades tradicionales y los trabajos biotecnológicos de mejora o edición genética abren posibilidades.

6. Deslocalizar los cultivos hacia entornos donde los mismos puedan conservar las condiciones óptimas. Ejemplo de ello es la evolución de la viña hacia zonas de mayor altitud.

La sequía no es un problema solo de los campesinos

Contrastan las dificultades que la sequía ha provocado en la agricultura con la casi nula afectación en las áreas urbanas. Se ha priorizado el turismo al que se le han dado garantías de no limitación de consumo. Se han tolerado consumos reconocidamente por encima de los máximos permitidos, incluso se ha impedido multar las conductas irregulares. No se ha sido diligente al combatir acciones claramente insolidarias, por no decir ilegales, de riegos de algunos jardines públicos y privados. Pero, eso sí, se han cerrado las duchas de la playa, las que usan las personas que no tienen ni segunda residencia ni hotel (donde hay piscina y ducha sin límites). Los planificadores de esta medida pueden dormir tranquilos, ya han actuado, ya han concienciado al ciudadano. Parece un chiste.

La desconexión de la sociedad urbana de este grave problema y la nula identificación de la relación entre la sequía y el precio de la comida que tiene en la mesa compromete el necesario compromiso de todos en un asunto que es común. Salir del embrollo del cambio climático requerirá muchos esfuerzos durante mucho tiempo, durante muchos años. Requerirá cambios importantes de actitudes, cambios que incomodarán. Hemos perdido una oportunidad para entrenarnos. La realidad no permitirá nuevos ensayos.